"Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento."

Rubén Darío.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Felicitaciones de cumpleaños para un recuerdo

1.-  Muchas felicidades. Sé feliz. Un beso -> a la cual responderás de manera elegante o tal vez ni tan siquiera eso algo formal, fría y seca. Me sentiré medio estúpida y a ti falso, ingrato y un montón más de adjetivos descalificativos

2.- Feliz día de tu cumpleaños, me habría gustado que las cosas fueran de una manera distinta y espero que algún día lo sean. Sé muy feliz. Un abrazo -> inferirás que quiero volver contigo o algo parecido y no es mi intención. Muy elegante. A lo mejor me responderás borde.

3.-  felicidades. Te echo mucho de menos. Espero seas muy feliz y algún día vuelvas a formar parte de mi vida, sabes lo mucho que te quiero. Disfruta de este año que hoy comienzas -> me maldecirás media vida aunque sin duda es la más sincera


4.- Muchas felicidades! Cuando quieras lo celebramos juntos tomando un café. Un beso. -> no vas a querer nunca. Tampoco sé si eso sería bueno para mí.

5.- Siento haber hecho lo que tú consideras arruinarte la vida. Nos he hecho un favor a ambos, disfruta de este día. -> cuanto menos directa, te enfurecerás mucho.

6.- No felicitarte -> me sentiré mal conmigo misma y peor contigo cuando te encuentre

7.- Te he dado un tiempo para que volvieras a mi vida, entiendo que no estés preparado. No has luchado lo suficiente, lucha más con la próxima. Sé feliz. ->vengativo, me mandará a freír espárragos


Conclusión: no existe una buena felicitación 
Vivo en un estado irracional de sensibilidad exacerbada. Siéndote sincera, no sé lo que me pasa y dudo que ni siquiera tú puedas entenderlo porque no lo entiendo ni yo: si estás porque estás si no estás porque no estás. Ese blanco y ese negro que rara vez convergen en un gris. Cuanto menos hablamos, menos quiero hablarte y cuanto más te veo, más ganas tengo de verte. Sin embargo, cuanto menos presente estás, menos te echo de menos porque camaleónicamente me convierto en la persona que era antes de que estuvieras caminando a mi lado, a veces pienso que caminamos: somos como dos ríos que sólo a veces confluyen, no siempre. Por un lado eso lo hace especial y único, por otro, no sé cómo llevarlo. Estoy perdida, tú eres el adulto en este caso. No me encuentro, no sé por dónde tirar y cuando no hablamos me dan ganas de salir corriendo al lado contrario, de irme lejos un tiempo tan dentro de mi misma que no me vayas a encontrar, tan lejos de ti que pueda estar a salvo de todos los sentimientos que en mí produces, esos que me descontrolan, me arrebatan, me excitan y después me calman, los mismos que no me dejan dormir hasta las tantas y que no quieren irse cuando están contigo. En esos momentos apareces, me salvas de mi misma, pasas un brazo por mi hombro, me atraes hacia ti y me besas. Paras mi mundo, mis pensamientos. Da gusto lo bien que sabes hacerlo

viernes, 13 de diciembre de 2013

Viernes 13

Esta es mi despedida para ti, ser inalcanzable al que tanto amé y tanto quiero. He de decirte que el tiempo que pasamos juntos fue especial y maravilloso. Ahora te recuerdo con mucha estima y cariño. No hay nada que pueda decir de ti excesivamente negativo. Pasé contigo los mejores años que he vivido, fui feliz, aprendí del amor y crecí como persona a tu lado. Todo lo que puedo hacer es darte las gracias por todos los momentos que hemos compartido y pedirte que no me guardes rencor por haber decidido continuar mi vida sin ti porque el rencor arruinará nuestros corazones.

No puedo seguir permitiéndome el pensar en ti. La vida me ha dado otra oportunidad de ser feliz y me he decidido a aprovecharla, ya no puedo ni quiero echarme atrás. Me encantaría confesarte que realmente te amé, que te echo mucho de menos como persona en mi vida y que a veces, pocas, no consigo olvidar determinados momentos de los que pasamos juntos porque mi vida es distinta sin ti. Sin embargo, hace tiempo aprendí que distinta no tenía por qué ser peor ni mejor simplemente diferente. Me apena mucho pensar que llevamos vidas completamente separadas y que no tienes la más mínima intención de volver a formar parte de mi vida, por lo cual no puedo más que decirte lo mucho que lo siento.

Quizá no te consuele saber que no llego todavía a comprender del todo el porqué ni yo misma. Sucedió porque estábamos condenados a no ser, por ser demasiado iguales, demasiado perfectos o porque tuvieras tú razón y me asusté. Lo único que está claro es que es una decisión que no tiene marcha atrás ni querríamos ninguno que la tuviera. A veces me planteo cómo estarás, qué estarás haciendo, si piensas en mí, cómo habría sido nuestra vida juntos... Esa vida que ya teníamos tan planeada y que algo en mi interior en un momento dado con los motivos que ya conocía me dijo que tenía que dejarte marchar o tal vez me dejaste marchar tú a mí; mis recuerdos no están claros al respecto.

Recuerdo la vez que nos encontramos, lo mal que me sentí después de todo lo que me dijiste y tu enfado respecto a mí, en el fondo tiene una gran belleza en mi memoria ese recuerdo dado que sólo se enfada, se lucha y se pelea por lo que verdaderamente importa y eso implica todo lo que nos hemos importado.

Han pasado no llega a tres meses y siento en mi interior que hayan pasado años. Fue una especie de liberación para ambos y ahora tengo un miedo atroz. Un miedo que ni tan siquiera tú entenderías conociéndome como me conoces o tal vez el problema fue que ya no conocías a la mujer en la que me he convertido, explicaciones posibles hay muchas. 

Te echo de menos. Echo de menos que formes parte de mi vida y yo parte de la tuya. Es muy egoísta por mi parte tan siquiera insinuar esto, por eso mismo no te lo digo. Si te sirve soy feliz y me gustaría saber que tú también lo eres, que todo va bien y que recuerdas con cariño lo que vivimos. Mis manos están condenadas a tentarse a buscarte y escribirte pero son conscientes de que no deben hacerlo. Por eso las freno.

A partir de hoy intentaré no nombrarte y mandarte cada vez que te recuerde, buenos sentimientos procurando que seas feliz y que el día que nos veamos el destino decida qué hacer con nosotros. Ando buscando la fórmula que hasta hoy parezco haber encontrado de felicidad, soy feliz no me preguntes cuánto y procura no mirarme a los ojos por si descubres antes que yo que no lo soy del todo o que no tanto como podría serlo. Simplemente, soy feliz. 

Mi alma seguirá echándote de menos pero mi boca la enmudecerá.

Sé muy feliz.

Te quiero. 

jueves, 14 de noviembre de 2013

14 N

Estimado Sr,

No sé muy bien qué decirle que ya no le haya dicho. Me siento muy perdida en este camino de nadie, muy insegura también pero eso es precisamente lo emocionante: nunca sabré cuál será el día que le veré por última vez, si mañana, en una semana, en un mes, en un año... No lo sé. Eso es lo que lo vuelve excitante, divertido, seductor y atractivo hasta la médula. Ese vaivén suyo de sorprenderme cuando menos lo espero e ignorarme cuando más le espero.

jueves, 7 de noviembre de 2013

08:00

Aparentemente un día como cualquier otro. Levantarte un día por la mañana, coger lo primero que pillo para vestirme, desayunar lo que todas las mañanas desayuno, arreglarme lo justo y encaminarme para el metro. Ponerme los cascos, salir hacia el metro y encaminarme hacia la universidad. Ir hablando contigo hasta que me he quedado sin cobertura en apenas una parada y tú ya habías cogido el coche para encaminarte a urgencias, sin yo saberlo. Hacer el transbordo de la línea dos a la seis, meterme en el metro mientras pienso en por qué no me escribes, escribir por whatsapp y toparse mi sonrisa con la de un desconocido, con un desconocido que durante apenas diez minutos, no para de sonreírme... Con el mismo desconocido que minutos después que me da una tarjeta al bajarse, con su nombre, su correo electrónico y su móvil. Esperando que le hable y sin saber el porqué, te acabo hablando para saber exactamente qué quieres cuando te presentas sin presentarte y preguntarme: "¿Quién persigue esa sonrisa tan bonita?". Decirme, algo de lo más bonito que me han dicho nunca. La vida es, sin duda, una gran sorpresa y hoy tú también has sido causa de mi sonrisa.

sábado, 2 de noviembre de 2013

00:50

Pretendía ser todo aquello que pensaba que tú eras para mí. Quería ser tu alegría en los momentos de tristeza, quería compartir tus preocupaciones, tus miedos, tus dudas, tus llantos como tú habías compartido los míos. Intentaba con todas mis fuerzas llenar tus vacíos emocionales, preocuparme por ti incluso más que por mí en ocasiones. Quería compartir mi vida entera contigo y darte un lugar privilegiado como nunca nadie te había dado. Quería tantas cosas que no fui capaz de ver que tú no querías lo mismo y que para ti mi vida no valía más que ninguna otra, que mi papel en la tuya era reemplazable, compatible con otros... Probablemente incluso, no me necesitaras ni una mínima parte de lo que yo te había agradecido y necesitado. Me di cuenta en ese instante de que no era única, ni especial, ni llenaba ningún vacío, que un desconocido o una desconocida podría perfectamente suplir mi cariño, mi apoyo, mi respeto y mi amor. Caí en que todo el amor que proyectaba hacia ti era unidireccional y que tú eras un tú proyectado en miles de personas con las que compartía mi vida: para ninguna de ellas era imprescindible o irremplazable y fue entonces cuando empecé a preguntarme quiénes eran aquellos con los que compartía mi vida.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Manifiesto

He decidido en este preciso instante no hablar más de ti y muy poco contigo:

- Porque te quejas de mi perpetua sonrisa.
- Porque te mueves siempre en coche.
- Porque pretendes explicar racionalmente el mundo.
- Porque te gusta no leer. 
- Porque te gusta el fútbol y los deportes.
- Porque te metes conmigo.
- Porque me das las buenas noches de una forma extraña.
- Porque sabes jugar conmigo y no responderme si no te respondo.
- Porque hablar por teléfono contigo no es una opción.
- Porque sabes que cuando pongo una única cara, cierro la conversación.
- Porque nunca me quiero ir cuando estoy contigo.
- Porque me das más besos al final que al principio.
- Porque me das muchos más besos que abrazos.
- Porque nunca me abrazas por detrás.
- Porque me parece tierna tu forma de darme la mano.
- Porque sabes hacerme callar de forma efectiva.
- Porque en un determinado momento pones una cara de pillo que me pierde.
- Porque te miro mientras me miras y cuando no me estás mirando.
- Porque vives día a día y no te paras a hacer planes con mucho tiempo.
- Porque eres una sorpresa constante en mi vida.
- Porque eres rotundamente impredecible.
- Porque tu mundo está regido por leyes matemáticas.
- Porque con tus cosas me fascinas y nunca me han gustado tus cosas.
- Porque no tenemos nada en común.
- Porque me paso muchos minutos al día pensando en ti.
- Porque para mí es genial pasar tiempo contigo.
- Porque cada día que pasa me pareces más atractivo.
- Porque corro el riesgo de ilusionarme contigo demasiado.
- Porque dudo que nunca llegue a entenderte del todo.
- Porque todo contigo es nuevo, especial y único.
- Porque en tu léxico no están los piropos, sí en tus miradas.
- Porque rara vez te pones tierno o explícitamente romántico.
- Porque conoces la historia de Las mil y una noches y yo no la conocía.


En definitiva: porque puedo acabar pillada por ti hasta límites insospechados y me asusta que sea unidireccional.

Mediodías a medias.


No me podía dormir. 

Me he quedado pensando en nosotros, en un nosotros del teatro del absurdo. Un nosotros que puede que ni tan siquiera exista y sea una conjunción copulativa, o en términos de la sintaxis generativa (sea un ensamblado con un sintagma conjuntivo), sí, puede que seas y yo el sintagma conjuntivo. He de reconocerte que estoy muy a favor de los análisis arbóreos, esa clase de análisis que tú mismo dices haber realizado. Y yéndome por los Cerros de Úbeda (palabra que no me ha quedado más remedio que comprobar si era con B o con V) como tú dices que voy, que doy vueltas antes de llegar a un punto.

Así he zanjado nuestra conversación con un guiño para quedarme sola con ese nosotros de mi memoria que puede que ni tan siquiera se aplique a nosotros. En términos de deixis, puede que ese nosotros no se refiera a nosotros.

Todo ha empezado dando pie al destino, a la duda, a la fortuna... Allí estabas tú, esperándome. Me he vuelto loca hasta encontrarte porque ni tan siquiera tu allí era el mismo que el mío y cuando te he llamado para encontrarme no has cogido el teléfono, gesto muy tuyo, el de no hablar por teléfono.

Cuando te he visto me has dado un beso, un beso de esos que ni yo sé si darte o no cuando te veo. Demasiado precipitado o demasiado incierto si debo o no hacerlo.

Mis confesiones: "no esperaba verte hoy" y tú dejándote llevar, dando lugar a la improvisación. Dando mano a nuestros dedos que se unían, poco a poco, cada vez más, mientras avanzábamos por el medio de la carretera, por esos lugares donde yo no me oriento y no sé llegar, mientras tú me llevas hasta el Retiro y desde allí te indico, como un pacto implícito. Hablándote de lo primero que se me ocurre para llenar esa especie de silencios que tanto me incomodan y en los que tú siempre me dices que diga, como suponiendo, sabiendo que voy a decir algo. Siempre algo para dar paso a las palabras, ese torbellino de palabras al que sólo tú eres capaz de imponer pausas. Pausas de besos, de hacerme reír queriendo superar el récord de seis horas y media en silencio. Y cada vez que tomo las cartas sobre tu silencio todo lo que afirmas es que mi condición de mujer me hace hablar más a mí que a ti.

Sin embargo, me siento como hacía tantos años que no me sentía. Como me sentí cuando dejaste de hablarme hace tanto tiempo: como la niña a la que tienes fascinada y la muñeca nueva de tu adquisición. Prendida de un hilo a lo que tenemos, ilusionada cada vez que te veo, con el estómago en la garganta, con los pies moviéndose solos. Escribiendo sin parar, mezclando realidad y fantasía.

Hemos ido al parque, a un parque donde tan solo hay cuatro patos y un gato que les mira con ganas de acabar con ellos, un gato gordo que no descarto que ya se haya comido más de uno. Y tú me parecías tan guapo, tan atractivo, en medio del verde de aquellos árboles, tan callado, tan pensativo, tan racional, tan único... Tan hombre y tan poco niño. Tan adulto, trayéndome a casa, a la vez que te decía que llegaba tarde, tenía que comer. Y tú entreteniéndome como me quejo siempre, y con tu razón cuando dices que no me retienes. Mirándome cada vez que mi mano se aproxima al manillar de la puerta, confesándome que no quieres que me vaya y yo diciendo que me tengo que ir. Siempre me tengo que ir. Siempre por miedo quizá a volver a ser feliz hasta ese extremo, dejar de sentirme tu muñeca y pensar en algo más serio; me asustaría tanto que no lo pienso. Prefiero pensar que soy tu entretenimiento, hasta que no me digas de volver a verme, hasta que no me vuelvas a decir que yo mando y yo decirte que no soy ninguna marimandona, hasta que no me vuelvas a decir que por qué te miro tanto y yo te responda que si vas conduciendo, sabiéndome el camino, mirarte es lo único que me entretiene, hasta que no me beses de nuevo la mano y me vuelvas a apretar contra ti en cada beso en los parques, hasta que no te vuelva a decir que aunque fuera lo que más odiaras en el mundo: no pararía de sonreír... 

  








sábado, 26 de octubre de 2013

Sonrisa


Sonrisas.

Nunca entendí qué nos unió hace años y qué nos pudo unir, tan distantes, tan diferentes, tan rotundamente opuestos... Tan geniales. 


Nervios.

Como el día que te conocí, como cada vez que te veo, como cada vez que me contestas y te contesto, como cada vez que pienso en ti, en mí, en volver a vernos.


Besos.

Igual que el primero, algo más viejos que entonces, algo más nuevos. Acompañados de frases y de caricias en las manos, cual quinceañeros.


Coincidencias.

El llegar el mismo tiempo tarde, disfrutar de la misma película, dormir las mismas horas, tomar las mismas decisiones por motivos del pasado...


Aparentemente, rotundamente opuestos. Tú tan objetivo, yo tan subjetiva. Tú razón y yo corazón. Todas esas palabras que se esconden en las miradas que guardas, las miradas que ocultas cuando piensas que no te estoy mirando, cuando me preguntas que por qué sonrío tanto y te contesto que soy así, cuando me miras y me río sin reírme de ti sino de mí misma.

Reencontrarte y ser tú la excusa perfecta para reencontrarme conmigo misma y con la niña que conociste hace años, con la niña que vive dentro de la mujer que ahora tienes delante de tus ojos.

Confesiones de medianoche


Hace mucho tiempo que no me paraba a escribir absolutamente nada. 
Ni un poema ni tan sólo una palabra dentro de un papel que no tuviera que ver con un ámbito académico o puramente burocrático. Quizá mis palabras ya no sean las mismas que entonces, pero aunque cambien los gestos, las rimas y los versos: la esencia no varía.

Me encantaría decirte 
que te echo mucho 
de menos 
pero no sé hasta qué punto
sería cierto.

No es que no te quiera, es que has sido el hombre más importante que ha pasado por mi vida. Has sido, has sido y no eres. No eres porque tampoco quisiste ocupar la plaza que te dejaba en mi vida, la única que era capaz de dejarte y no te culpo: te prometo que intento no culparte por ello. Estaba mal, te fuiste. Todo pasó. Todo pasó hace días, semanas, aún meses no, cuando parece que han pasado años. Y sin embargo, ¡qué bien estamos!, ¡qué bien y estamos sin estarlo!. No tengo nada que decirte y mis oraciones se construyen con conjunciones negativas: no, no, no... 

En parte, te echo de menos: los abrazos, las conversaciones por el parque, los días interminables, los detalles... Todo aquello que nos unía sin saberlo. 

Necesito que nadie me moleste mientras te escribo de madrugada, sé que nunca lo leerás y también sé que mis palabras están cada vez más vacías y más llenas de melancolía.

"Lo que pareció una decisión precipitada llevaba más de un mes y dos latiendo en mi interior." No sé si éste sería un buen comienzo para una novela lo que sí sé es que lo que pasó aquella noche me alejó de ti para siempre, tal vez tu propio nombre llevara la pareja de sílabas correspondientes: a-le-ja. Es al menos curioso donde se encuentra el germen de lo que ahora escribo, en tu propio nombre, en el destino etimológico que llevamos escrito. Me habría gustado marcharme sin hacerte ningún daño, ahora me doy cuenta de todo el daño que yo soportaba sin ser tangible o consciente. Si tú te pararas a pensar en el destrozo de sentimientos que llevaba meses, puede que años en mí misma produciendo, sin duda alguna, volverías a disculparte y no sería yo tan culpable ni tú tan víctima como ahora te haces. No es una carta de odio ni rencor, no me malinterpretes.


viernes, 2 de agosto de 2013

Verano

Hay historias de amor que se repiten a lo largo
 de la vida de miles y miles de personas. 
Hay alegrías y fracasos, 
pérdidas y hallazgos.
 Sin embargo, 
cuando encontramos 
al amor de frente creemos hallarlo! Hallarlo 
de una vez por todas y para siempre. Nos volvemos como niños
 cuando en diciembre
se nos anuncia que en menos de un mes vendrán los reyes
los reyes magos.
Todos lo sentimos alguna vez, 
todos queremos 
y todos acabamos 
perdiendo 
para volver a encontrarnos. 
Porque si nos paramos 
a pensarlo 
somos una parte de lo que buscamos en la otra persona 
y la otra parte lo que acabamos detestando. 
Somos quienes 
somos gracias a todas 
las personas 
que por nuestra vida han pasado 
y en vez de despedirnos llorando, 
con los ojos empapados... Podríamos intentar mirarnos, mirarnos como si cada día 
fuera el último y nunca nos hubiéramos
hallado
 para que así el amor 
dure 
verano 
tras verano.