"Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento."
Rubén Darío.
sábado, 26 de octubre de 2013
Confesiones de medianoche
Hace mucho tiempo que no me paraba a escribir absolutamente nada.
Ni un poema ni tan sólo una palabra dentro de un papel que no tuviera que ver con un ámbito académico o puramente burocrático. Quizá mis palabras ya no sean las mismas que entonces, pero aunque cambien los gestos, las rimas y los versos: la esencia no varía.
Me encantaría decirte
que te echo mucho
de menos
pero no sé hasta qué punto
sería cierto.
No es que no te quiera, es que has sido el hombre más importante que ha pasado por mi vida. Has sido, has sido y no eres. No eres porque tampoco quisiste ocupar la plaza que te dejaba en mi vida, la única que era capaz de dejarte y no te culpo: te prometo que intento no culparte por ello. Estaba mal, te fuiste. Todo pasó. Todo pasó hace días, semanas, aún meses no, cuando parece que han pasado años. Y sin embargo, ¡qué bien estamos!, ¡qué bien y estamos sin estarlo!. No tengo nada que decirte y mis oraciones se construyen con conjunciones negativas: no, no, no...
En parte, te echo de menos: los abrazos, las conversaciones por el parque, los días interminables, los detalles... Todo aquello que nos unía sin saberlo.
Necesito que nadie me moleste mientras te escribo de madrugada, sé que nunca lo leerás y también sé que mis palabras están cada vez más vacías y más llenas de melancolía.
"Lo que pareció una decisión precipitada llevaba más de un mes y dos latiendo en mi interior." No sé si éste sería un buen comienzo para una novela lo que sí sé es que lo que pasó aquella noche me alejó de ti para siempre, tal vez tu propio nombre llevara la pareja de sílabas correspondientes: a-le-ja. Es al menos curioso donde se encuentra el germen de lo que ahora escribo, en tu propio nombre, en el destino etimológico que llevamos escrito. Me habría gustado marcharme sin hacerte ningún daño, ahora me doy cuenta de todo el daño que yo soportaba sin ser tangible o consciente. Si tú te pararas a pensar en el destrozo de sentimientos que llevaba meses, puede que años en mí misma produciendo, sin duda alguna, volverías a disculparte y no sería yo tan culpable ni tú tan víctima como ahora te haces. No es una carta de odio ni rencor, no me malinterpretes.