"Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento."
Rubén Darío.
sábado, 2 de noviembre de 2013
00:50
Pretendía ser todo aquello que pensaba que tú eras para mí. Quería ser tu alegría en los momentos de tristeza, quería compartir tus preocupaciones, tus miedos, tus dudas, tus llantos como tú habías compartido los míos. Intentaba con todas mis fuerzas llenar tus vacíos emocionales, preocuparme por ti incluso más que por mí en ocasiones. Quería compartir mi vida entera contigo y darte un lugar privilegiado como nunca nadie te había dado. Quería tantas cosas que no fui capaz de ver que tú no querías lo mismo y que para ti mi vida no valía más que ninguna otra, que mi papel en la tuya era reemplazable, compatible con otros... Probablemente incluso, no me necesitaras ni una mínima parte de lo que yo te había agradecido y necesitado. Me di cuenta en ese instante de que no era única, ni especial, ni llenaba ningún vacío, que un desconocido o una desconocida podría perfectamente suplir mi cariño, mi apoyo, mi respeto y mi amor. Caí en que todo el amor que proyectaba hacia ti era unidireccional y que tú eras un tú proyectado en miles de personas con las que compartía mi vida: para ninguna de ellas era imprescindible o irremplazable y fue entonces cuando empecé a preguntarme quiénes eran aquellos con los que compartía mi vida.