"Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento."

Rubén Darío.

sábado, 2 de abril de 2011

Mil veces.

Estuvo mil veces tentado a retenerla por el codo,
a forzar un giro de su ligero cuerpo
para tener la oportunidad de besarla de nuevo. 
Un giro de muñeca, un beso
y todo habría cambiado.
Sin embargo,
 se gira, la ve alejarse rápidamente
y él vuelve a darse la vuelta,
perdiéndose entre la gran multitud
e inundando su mente con las pisadas ajenas.
Piensa,
que pronto volverá a verla.
Sonríe, se pone los cascos y contempla
como la luna le acompaña en su carrera.
No teme nada, salvo perderla
pero se siente tan seguro, tras haber estado con ella.
Un día todo cambia, ella vuela
y se la encuentra
de repente en una acerca,
cuando el tiempo ha volado tras su huella.
Los meses desaparecieron y se quedó sólo con sus botellas,
bebiendo al alba y cantando sus penas
a la luna llena.
Pero un buen día víspera de fiesta,
ella regresa.
Le confiesa entre susurros sus tormentas,
lo que le impulsó a dejarle a él: su única tierra.
La libertad traicionera
de la amante pasajera,
las tinieblas de la noche que se convirtieron en su ginebra.
Él lo intenta,
intenta verla
con los ojos de aquella tarde,
con los ojos de ese planeta
 donde todavía, confiaba en su franqueza.
Él vuelve, lo intenta,
lo sigue intentando pero la espera es eterna.
Ella
se marcha de nuevo sin llevarse nada,
que no le perteneciera:
 el corazón de él y su alma, llorando las tristezas.
Para él, el tiempo pesa,
recordando la aventura de ella
con un galán, más allá de la frontera…
galán, que su mente traicionera
todavía persigue y anhela.