La madrugada
del domingo
inhundaba
nuestro rocío.
Un sueño mío
te encontrabas,
allí, conmigo.
Y me decías
con las palabras
que me querías
que con amadas
te perdías.
Me suplicabas
que siguiera mi camino
que no me aferrara
a ti, como antes, hicimos.
Te confesé
que a alguien había conocido
pero te juré
ciertamente, que no había sentido
por él
ni una migaja de lo que contigo.
Te enfadaste
como antaño,
pero a nadie demostraste
que el daño
te lo hice yo al pronunciarle.
Nada por él siento
nada por él he sentido
la suerte es que él, según entiendo
tampoco por mí lo ha vivido.
Esa llama que se enciende
para que el corazón
con el ritmo juegue
para que la sin-razón
de nuevo se presente.
Entre nosotros
no se encendió, no vivió
entre nosotros
no se levantó, no pasó
entre nosotros
no nació el amor.
Y hoy, me pregunto
si volveremos a sentir
ese flechazo, o alguno
para que el reír
sea el presente del mundo.