Su vida quedó reducida a eso:
la eterna huida. Del amor andaba huyendo.
Y él se empeñaba en encontrarla,
en cada nube, en cada beso.
Pero no podía agarrarla.
Sus manos calientes estaban en invierno.
Cuando más se despistaba
Su mirada se cruzaba con otra,
Su piel se estremecía al rozarla
Cuando algún ser o persona
Lograba habitarla. Mas sin demora,
Ella se marchaba.
Ella huía y huía. Al amor daba
La fría y cruel espalda,
De la hora marchita,
De la almohada mojada.
Albergue de besos,
Cementerio de sueños…
Con eso sobrevivía cuando en su cuerpo
Nadie esperaba un mañana ni descanso.
Nada duradero ni perecedero.
Los amantes que tuvo
Siempre en silencio
Se habían acercado a ella
A través del glorioso muro
Donde pájaros y aves sólo emitían susurros.
El invierno andaba con paso lento.
Las calles disfrutaban de su olor,
De cada uno de sus cuentos.
Las hojas se habían caído
Hacía por lo menos:
Más de siglo y medio.
Y se mantenía quieto.
Congelando a los amantes que acaban muriendo.
Al amor clamaron las lápidas,
Los rosales enegrecidos,
Las desesperadas esperanzas.
Él se vistió, para una gran gala.
Se dirigió a ella
Una noche en la profunda madrugada.
Ella intentó esquivarle,
Fuera como fuera: refugiarse.
Escapar para siempre del causante
De sus pasados males.
Mas el amor…
El amor jugar al amor sabe.
Le hizo frente en la esquina de una calle.
Mientras ella, sólo pudo callarse.
Su pulso era un tímpano
De corazones ajenos,
Su voz era la vista
De sentimientos no sinceros.
Pero su alma,
Clamaba.
Cantaba alegre al alba.
Cuando ella dormía.
Cuando ella no la escuchaba.
Rompiendo con su gélida voz el momento
Le dijo al amor: “Disculpa. Ya nos vemos luego.”
Él callado, no se movió
Ni un ápice del lugar en que sus pies
Estaban sosteniendo el suelo.
Su aura era tenue
Provocaba los grandes milagros.
Sacaba a la luz lo mejor
De aquellos locos que creían en el amor,
De esos que estaban enamorados.
Él habló ante el silencio buscado
Y le dijo: “Por mucho que me rehúyas,
Siempre te estaré buscando
Y no podrás evitarme.
Si mis deseos lo hacen,
Tú caerás. Caerás mientras ames.
Puedes estar triste o enfadada,
Dolida, melancólica, desilusionada,
Refugiada, sonriendo, callada…
Dará igual.
Tu alma se elevará.
Volverás a los cielos, a los infiernos, a la nada,
A ese instante donde lo eterno es sincero.
Y todavía, no ha llegado tu momento.”
A lo que ella rebelándose;
A sí misma amándose
Cual Troya la noche de Eneas, liberándose
Muriendo y apagándose
Sólo respondió:
“No, Amor. Ya no.”
El Amor la miró de nuevo
Convencido de sus palabras:
“Por mucho que estés refugiada
Vendrá alguien a encender el fuego
Y la llama que te molestas en mantener apagada.
Tal vez hoy, mañana,
En meses, en años, en días o en semanas.
Pero vendré a buscarte
Como la muerte errante
Y tú tendrás que estar preparada
¡Cúrate! Ten paciencia o arte.
¡Ámame u ódiame!
Pero vendré a encontrarte”.
Su sombra se mezcló
Con el viento. Y el Amor salió
Del invierno, tan puro y fresco,
Demostrando que escondido
No se hallaba muriendo.
Dándole esperanzas a ella,
Que sólo era:
Un cuerpo.