"Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento."

Rubén Darío.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Buenas noches caballero. Buenos días princesa.

- ¿Cómo saber a ciencia cierta cuando te has equivocado?

- Cuando estás plenamente convencido de que has fallado.

Si dudas, entonces, puede que no te hayas equivocado.


Y así se resolvió el misterio.


Gracias. Me has devuelto

la ilusión en tres encuentros.

Sólo tres han bastado

para resucitar aquello

que durante un largo

y espeso tiempo

creí enterrado y muerto.


Y te vas, como viniste.

Sin daño, lentamente hacia los tonos grises.

Conversaciones, mensajes de madrugada,

preguntas filosóficas pero sobre todo respuestas.

Hacía mucho tiempo que no encontraba

nadie capaz de responderlas y más aún,

que me topara con un ser cuyas respuestas 

me convencieran.


Y comencé a hablar de ti, sin darme cuenta.

Te fui haciendo un hueco en mi vida

cuando al principio no eras más que esa persona

que me hablaba y contaba cosas.

Poco a poco. O en tus propias palabras:

“Despacito y con buena letra”.



Buenas noches caballero. Buenos días princesa.

De ilusión se cargaron nuestras palabras,

de palabras se llenaron nuestros sueños.



Y luego, llegó ese momento.

Donde cruzamos la línea.

Ese sábado, empezamos a mirarnos más allá de vernos.

Y nos observamos como hemos seguido haciendo,

cada milímetro, cada gesto.



Tú has sido el ser que me ha llenado

de calor en este frío invierno.

Acá donde el olvido intenta invadir los recuerdos.

El héroe, que me ha salvado

de cualquier posible infierno.

El hombre que me ha traído a casa,

que ha curado mis heridas pasadas,

que me ha cogido la mano cuando más gélida estaba

y la ha besado, que me ha acurrucado entre sus brazos…

Me ha besado en los labios nada más verme.

Dos horas se ha pasado callado y mirándome entre tinieblas,

donde nadie nos veía, donde nadie nos buscaba.

Ha cenado, bañado en el mar, se ha montado en columpios…

todo ello conmigo porque simplemente él es genial.

Porque nos parecemos en algunas pequeñas cosas

o porque querría mi sonrisa provocar.

Se pone nervioso cuando le miro y me río.

Quien me lanza miradas desde su picardía

y de improviso me besa con toda la fuerza de la vida.

Responde a mis flores, aviones, caritas… 

Me dice guapa cuando anochece.

Me acoge todas las veces

entre sus brazos y me suelta pronto.

Es delicado y tierno aunque sabe chincharme

y hacerme de rabiar.

La madurez le acompaña, su paso

es firme y tiene sus ideales claros.

Gana batallas porque es fuerte,

porque lucha con ganas.

Es tenaz y constante. Incluso valiente.



Él es él y hoy me alejo, espero

que no para siempre. No por miedo

sino porque falta mucho por construir

y ahora mismo no sé si

él no sé si yo… no sé.



Mañana será otro día.

Tengo ilusión en que se quede todavía.

Pero me ha cogido la mano

para sacarme de las tinieblas que me envolvían

que no me dejaban ver, lo que había

al otro lado de esa vida.



Y hoy le doy las gracias

por esa maravilla.

Por nada más, por nada menos.

Por nada, por todo. Por ello.

Por ser el fármaco perfecto

para mi corazón perecedero.