- ¿Y bien? ¿En qué estás pensando?
- En lo mucho que sin saberlo me ha decepcionado.
En lo tanto que sin quererlo: hemos cambiado.
Y en el daño que con alevosía me ha causado.
- ¿Triste por él permaneces?
- No. Ya, mi tristeza no merece.
- Volverá. Siempre vuelve.
- No. No será capaz de engullir su orgullo latente.
- ¿Entonces? ¿Qué temes?
- Que descubrí que en nada se parece
al ser al que tanto quise, a quien tanto amé en los diciembres.
Y hoy, con rabia escribe y desea a alguien la muerte
pareciéndome así el más cruel ser
entre todos los vivientes.
Porque puedes no querer,
odiar, despreciar, no ver…
Pero la muerte es un peligro ardiente.
La muerte consume, destruye atrozmente.
- Mírame. ¡Mírame y reacciona!
Él ya no es él, no ahora.
Está cegado, embriagado de mil copas
Y buscó tus labios sin demora
Mas encontró el rechazo en la hora
En que fuiste feliz con otra persona.
- No quise hacerle daño.
- No te pares a pensar en antaño.
Simplemente, continúa caminando.
Como si el tiempo de tu fortaleza siguiera atestiguado.
Siendo una mujer fuerte que ha amado.