Puede que mi cara esté marcada por la soledad
y que las cañadas de lágrimas ya
no se dirijan siempre al mar.
Tus párpados, también se cayeron
¡quién sabe, quizá no! quizá se salvaron ellos
tal vez, no quede nada en tu cárcel de sentimientos.
Las sonrisas me ilusionaron con facilidad
y me acompañaron en esta felicidad
de ilusiones vagas, de tardes de complicidad.
Una vez oímos,
lo que antes nos habían advertido
que no nos dejásemos marchar, todo ello al oído.
Y, sin embargo... ¡Qué poco caso hicimos!
monólogos de esperanzas, susurros... ¡Todo bienvenido!
¡Adiós amor! Allá te perdimos.