Es uno de esos días.
En los que le plantas cara a la vida
Y te das cuenta de lo rápido que gira.
Que ayer era ayer y hoy… ya no hay salida.
Desde hace un mes más o menos.
Todo cambió se volvió más gris y menos negro.
Desde que nos separamos
así no había vuelto a verlo.
Estoy luchando tanto por algo
que me ilusiona como a una niña esperando
la llegada de la navidad.
A la vez,
dentro de mi madurez,
sé
que los reyes ya no traen los regalos
ni se comen los camellos
los mazapanes.
Hace tiempo,
no demasiado
aprendí que hay determinados pasos
que damos sin un por qué,
sin saber explicarlos
y con la distancia nos damos cuenta
de que teníamos que darlos.
He comprendido que un lo siento,
o una palabra todavía más importante:
un te quiero.
Podrían haber evitado todo esto.
Que nada habría sido igual si una voz,
ya lejana, las hubiera dicho en su momento.
Sin embargo, es uno de esos días en los que el ‘nada’
miente a la pregunta de si nos pasa algo.
A los que quizá, sólo tú, aun sepas cómo solucionarlo.
Sepas cómo arreglar todo lo que me he cargado
y no me refiero únicamente a los cascos.
En las noches pienso.
En las mañanas también por supuesto
pero es algo que ya no veo.
Lo he pasado mal.
Estaba agobiada.
Hacía mucho que no me sentía así.
Y tú, tú no eras el causante ni estabas allí.
Supongo que es una mezcla de agobio y pánico,
De ilusión, miedo, lucha y recelo titánico.
‘Te necesitaba’
Pero lo peor de todo no es que no estaras.
Es que me he hecho tan fuerte
que no me extrañaba.
Que como tantas veces
sólo eras una sombra que se borraba.
Y no te voy a engañar.
Hay reflejos
de cuerpos
que se empeñan en posar
delante de un espejo
por si me giro al pasar.
Que se molestan en ser y estar.
Mas a ninguno de ellos
me pongo a apelar.
Pues a ti te escribo sin respuesta esperar.
Sabiendo que a la sombra de algún nogal estarás
viendo cómo el invierno arranca las hojas del rosal.
Mas tú desde el nogal te vistes de ternura y sal.
Es tarde.
Mañana será otro día.
Recuerda siempre pase lo que pase:
que esa niña te quería.
Algo está cambiando.
Por suerte. Por desgracia.
Sigo luchando.
Mi esencia no se ha apagado.
Tal vez mi necesidad se esté calmando.
Y aunque haya sido un infierno,
está apareciendo
alguien que sabe comprenderlo.
Alguien que me calma
cuando nadie más sabe hacerlo.
Ese alguien que comparte mis mañanas
y todas mis sonrisas tempranas.
Alguien que merece la pena ser nombrada.
A ese alguien: gracias.
Y el amor,
hablar de amor ahora
es como coger una cuerda
para colgarse donde no hay palos ni farolas.
No, definitivamente no hablemos de amor, Amor.
De amor, Amor, mejor no hablemos.
Pues prefiero seguir sin pensar en ello.
Dejar que las cosas sigan su tiempo.
El caudal del río que siga corriendo.
Mientras yo te necesito y tú andas huyendo.
Donde el blanco no es blanco,
a veces es negro.
Pero mañana volverá a ser blanco.
Esperemos.