Lo fastidié todo por ti otra vez.
Rompí el encanto cuando a él,
Le hablé de ti.
Sí.
Y él reaccionó aquella noche,
Como lo haría a partir de entonces:
Volviéndose frío y distante.
Dejando a un lado sus palabras amables.
Haciéndome menos cómplice y más culpable.
Se fue donde no pude localizarle.
Acabó con las conexiones de la tarde.
Abandonó las preguntas,
y las citas nocturnas sin penumbras.
No quise agobiarle
Pero caí en que era importante.
En que había empezado a serlo
Y hablándole de ti, rompí el hechizo.
Cerré el cuento
que inventé para conseguir su sueño.
Le había visto una única vez.
Fue perfecto.
Estaba cómoda, me acompañó a casa.
Me dio dos besos. Desnudó mi alma.
Y me mostré a él.
Como hacía tiempo que no me mostraba.
Abrí mi corazón, le hablé con mis palabras.
Pensé, que le gustaba.
Era un luchador, de los pocos que quedaban.
Y le perdí.
Cuando te nombré de madrugada.
Me da pena.
Me embriaga la tristeza.
Podría haber sido, más relevante.
Podría haber llegado a amarle.
Si él no se marchara…
Si todavía hubiera esperanza.
Mas siempre aparecía tu nombre como una lanza.
Destrozando, haciendo añicos: mis ilusiones renovadas.
Así que sí.
Me da rabia.