Quizá nunca lo leas. Tal vez ya ni recuerdes que esto algún día funcionaba, que aquí, tiempo atrás, hubo escritos que podíamos llegar a compartir.
A lo largo de todos los pasos que me han conducido hasta este preciso instante de mi vida donde ahora te escribo, numerosas personas me han dicho que en algún momento hemos de despedirnos. Y hace años leí que había que aprender a despedirse bien. Despedirse bien sin intentar retener a la otra persona, es algo que siempre quise aprender a hacer. No se trata de dar mi brazo a torcer o no, es más, ya no se trata ni de ti ni de mí. Es algo más sencillo y más complicado que una persona del plural: es un vínculo. Un vínculo es lo que te hace sentirte cómplice, cercano, es lo que crea el cariño, el afecto y los distintos tipos de amor. Y ese vínculo igual que se crea, se destruye. Tal vez, haya vínculos que duren toda la vida, y de verdad me encantaría creer que así fuera. Supongo que cuando se crean, a todos nos place pensar que así son: indestructibles, duraderos, fuertes... Los vínculos se rompen en el transcurso de una vida. Todos y cada uno de ellos, al menos en el sentido físico, sufrirán una o más de una rupturas a lo largo de una trayectoria vital, por algo tan aparentemente drástico como que siempre una de las dos personas se ha de morir un segundo antes que la otra o aunque sea al unísono, el vínculo se rompe.
Me habría gustado seguir defendiendo que sí, que no pasa nada, que todo está bien... No, no lo está. No sé en qué punto se ha roto, ni siquiera estoy buscando culpables porque aun en el caso de que los hubiera, no serviría de nada encontrarlos.
Decir adiós es uno de los momentos más traumáticos a los que me he enfrentado y no serás ni la primera ni la última persona a la que diga adiós, la diferencia está en que nos merecemos decirlo bien.
Hemos compartido unos momentos inolvidables, únicos... Hemos estado ahí siempre que nos hemos necesitado y en el final, a pesar de haber puesto de nuestra parte, sólo nos hemos hecho daño. Hoy me he dado cuenta, me he percatado de que te sigo queriendo, de verdad, con el corazón en la mano y no voy a dejar de quererte. Nada ni nadie ni tan siquiera tú puede cambiar mis sentimientos hacia ti pero nos hacemos daño, consciente o inconscientemente.
Podríamos seguir intentando convencernos de que tiene arreglo, solución, de que es un bache. Sin embargo, ahora mismo no creo que sea ningún bache, mantengo que se ha roto un vínculo y pienso firmemente que es la hipótesis más certera. Llevo días disculpándome, tratando de que todo vuelva a ser como antes, intentándolo a todas horas, meses preguntándome qué nos pasó, dónde se perdió la magia, por qué no te reconozco, me siento dañada y por qué queriéndote como te quiero sales con heridas también tú. No encuentro respuesta, es más, no estoy segura de que la haya.
Me he culpado por todo lo que tengo encima, me he torturado al respecto, hasta que hoy, después de meses sin ver a dos personas que han compartido media vida conmigo, lo he visto, lo he sabido. No se trata de que no tengas razón ni que la tengas, se trata de que puede que sí, que ahora mismo no sea el mejor momento de mi vida pero no he cambiado, no, no lo he hecho. Por raro que te parezca, por mucho que sea la solución que tú encuentres y por tanto a mí no me quede más remedio que respetarla aunque no, no lo comparto. No he cambiado, no he cambiado porque sigo siendo la misma persona. La clave está en que una misma persona puede no serlo para otra, puedo estar más distante pero sigo siendo la misma. Si cuando necesito que alguien venga y me abra, cuando necesito a alguien recurro a ti y me siento como me siento, no es un problema de un hecho aislado, es que algo ha cambiado.
Tampoco defiendo que seamos las mismas personas que hace años porque probablemente no lo seamos. Pudiera ser que sí, que esté cerrada pero tampoco puedo pedirte ni exigirte que vengas a abrirme ni a ayudarme porque sé que también me quieres pero creo que somos conscientes de que el vínculo se ha roto por mucho que intentemos negarlo.
Así y tal vez por ello, hoy te escribo adiós.
Un adiós sin reproches, un adiós con forma de abrazo y con forma de gracias porque durante un tiempo fuiste una persona muy importante en mi vida y aunque ahora vayas a dejar o hayas dejado de serlo, en cualquier momento podrás contar conmigo para todo. Deseo de todo corazón que el vínculo en algún momento vuelva a brotar en medio de estos brazos que hoy se separan, deseo que no sea un auténtico adiós sino un hasta luego pero también sé que no tenemos culpa, que ya hemos llorado, ya hemos reído y para llorar y reír, también podrás contar conmigo. No te culpo, espero que tú tampoco lo hagas y que algún día compartas mi idea en que son cosas que pasan.
Ojalá seas muy feliz allá donde la vida te lleve. Nunca olvides que mi corazón un día caminó unido al tuyo y que si te lo destrozan podrás contar conmigo a la hora de recomponerlo.
La razón por la cual no te envío esto con forma de carta es porque no sé si tú puedes con ello, no sé si has llegado al mismo paso que yo y tampoco sé si habiendo llegado quieres darlo.
¡Qué seas muy feliz!
Siempre te querré.