Y se miraron.
Sin los ojos, al alma
Como dos seres extraños
que nunca se hubieran visto.
Como dos caminantes
sin rumbo, sin destino.
Que ya ni recordaran
de dónde habían venido.
Cayó la tarde, cayeron sus almas
al vacío.
Allí donde los desenamorados
van hacia el olvido.
Y no hay penas, ni glorias
en esos cielos infinitos.
¡Parnasos idílicos!
Para amantes inauditos.