Nunca fuimos personas de grandes sátiras.
No. Nunca las fuimos.
No fuimos de aquellos que utilizan las palabras,
Para lanzárselas como bombas, en plena cara.
No. Nunca fuimos esa clase de personas, de alimañas.
Sin embargo, míranos ahora. Míranos.
Hablándonos como si en cada suspiro disparáramos armas
Y el folio constituyera nuestro campo de batalla.
Y no quiero hablarte,
ni escribirte, ni refugiarme,
ni quererte, ni odiarte.
Ya no quiero hablarte.
A través de tus palabras sólo consigo alejarme,
así que no: ya no quiero escucharte.
Porque ayer, como tantas otras veces
Tú no estabas. Tu mano no me levantó,
No me salvó de mi hendidura, ni del lodo.
Lo triste, no es que creyera que te necesitaba
Sino que me di cuenta de que entre nosotros sólo quedan sátiras.