Al eterno discurso del YO:
Sólo quería
decirte que ahora soy yo precisamente yo y no tú, la que va a decir algo. La que
te va a contar que hoy ha sido su último día de carrera y hoy, te necesitaba. Me
ha costado mucho reconocértelo, de hecho, ni tan siquiera te lo he dicho y no has
sido capaz de darte cuenta, muy al contrario has soltado tu discurso de adulto
y las etapas de la vida. Tenía ganas de gritarte que necesitaba que vinieras,
que me urgía estar resguardada entre tus brazos porque se aproxima un cambio y
estoy muy asustada. Creía erróneamente que por un momento pensarías en mí,
serías capaz de empatizar conmigo pero no, todavía tienes la capacidad de
sorprenderme y de hacerme descubrir que no, que tú primero, que tú como
siempre, que tú, luego tú y después tú. Como tú bien has dicho, sí sólo cuando
tú puedes, porque tú tienes minutos o dos horas al día con un mal ocio
compartidas pero no, no tienes 10 segundos para preguntarme: hola, cariño, cómo
estás? No, cariño está muy ocupado. Está muy bien que te centres, dado que soy
la primera en hacerlo en época de exámenes, es precioso que te espere, que te
escriba las mil maravillas nocturnas… Salí de una relación donde era una
princesa y me veo convertida en menos que una rana, al menos a las ranas se las
oye croar. No digo que no pueda contarte las cosas, digo que no me tienes en
cuenta, que dudo si realmente existo para ti más allá de esa etiqueta que tú
mismo me otorgaste. Te digo que sólo me quieres cuando estoy feliz y bebes de
mi felicidad, dudo ahora mismo, dudo que me quieras sensible o triste, dudo que
me quieras más allá de lo que yo te hago sentir, o mejor, de lo que tú dices
que te hago sentir. Evidentemente, tras nuestro intercambio de opiniones donde
a mí, ¡oh profanación! Se me ha ocurrido sacar el tema de que no me tienes en
cuenta y has huido, sí señor, ahí es donde se demuestra la madurez de las
personas. ¿Sabes lo peor de todo? Lo peor no es que no hayas tenido tiempo, lo
peor no es que no te intereses por mí, lo peor, lo auténticamente lo peor es
que dudo de si me quieres. Dudo. Y yo soy muy peligrosa dudando porque cuando
dudo de algo empiezo a dudar de todo. Curioso que ayer mismo te pidiera que
acabáramos bien y ¡cuánto nos ha durado nuestra promesa!, hay que ver. Acabo llorando
y tú tan tranquilo perdido en tus fórmulas.